De mesero a multimillonario: la historia de Jensen Huang
De mesero a multimillonario: la historia de Jensen Huang

Pocas personas pueden decir que ayudaron a rediseñar el futuro…desde un restaurante.
A los nueve años, Jensen Huang llegó a Estados Unidos con un par de maletas y una pronunciación limitada del inglés. Veinte años más tarde, fundaría Nvidia, la empresa que —tres décadas después— estaría en el centro del huracán tecnológico que llamamos inteligencia artificial.
Pero nada de eso parecía probable la noche que, confundido y con solo 10 años, fue dejado por error en un internado para jóvenes problemáticos de Kentucky. Allí, aprendió inglés… limpiando inodoros.
“Limpiaba baños todos los días. A veces pienso que esos recuerdos son más vívidos que casi cualquier otra cosa que me haya pasado.”
Esa no fue la única lección que le dejó la limpieza. Lo que ocurrió después…te sorprenderá.
Porque esta no es solo la historia de Jensen Huang; es la biografía no contada de un inmigrante que canalizó la adversidad en obsesión técnica, liderazgo visionario… y una chaqueta de cuero que ya es símbolo de culto en Silicon Valley.
El internado equivocado y la forja de un carácter
La historia de Jensen Huang comienza en 1963, en Tainan, Taiwán. Su infancia fue cualquier cosa menos estable: tras pasar por Tailandia, emigró con su hermano a Estados Unidos para vivir con sus tíos. Tenía apenas 9 años. El plan era claro: integrarse, estudiar, prosperar. Pero el destino tenía una sorpresa reservada.
Sus familiares, sin dominar bien el inglés, lo inscribieron —por error— en el Oneida Baptist Institute, un internado rural en Kentucky… diseñado para jóvenes con problemas de conducta. “Fue un malentendido que terminó siendo un punto de inflexión”, recordaría años después.
En Oneida, Jensen se convirtió en el chico que limpiaba los baños. A diario. Aprendió disciplina con lejía, responsabilidad entre inodoros, y resiliencia mientras los demás dormían. Años más tarde, ese patrón se repetiría: mientras otros titubeaban con PowerPoints, él diseñaba CUDA; cuando otros CEOs planificaban descansos, él reescribía la estrategia de Nvidia los fines de semana.
Tras mudarse a Oregón, terminó la secundaria en Aloha High School a los 16 años. En ese punto, su objetivo era claro: la ingeniería lo fascinaría, pero la superación personal lo definiría. Trabajó como mesero en Denny’s, ganando experiencia tanto en coordinación como en cortesía —herramientas que años después aplicaría dirigiendo equipos técnicos del más alto nivel.
Y sin saberlo, ese restaurante donde servía desayunos pronto se convertiría en la sala de guerra donde Nvidia tomaría forma. Pero para entender por qué, hay que seguir desentrañando la historia de Jensen Huang.
De estudiante a visionario técnico
La historia de Jensen Huang no sigue el guion tradicional del genio universitario. No venía de Harvard ni soñaba con startups en un garaje. Lo suyo era más meticuloso, más eléctrico —literalmente.
Ingresó a Oregon State University para estudiar ingeniería eléctrica. Fue ahí donde conoció a Lori, su futura esposa, en una clase de laboratorio. Pero más allá de lo romántico, en ese campus comenzó a moldear su obsesión: entender cómo los circuitos podían amplificar no solo señales, sino ideas.

Después, entró a la élite tecnológica al ser aceptado en Stanford University para una maestría en ingeniería eléctrica. Mientras otros veían circuitos, Jensen ya imaginaba arquitecturas computacionales.
Trabajó primero en Advanced Micro Devices (AMD) y luego en LSI Logic, donde desarrolló software para chips gráficos. Pero algo no le cerraba.
“Las grandes empresas eran lentas. Tenían talento, pero no agilidad. Yo quería construir algo más rápido, más audaz… con hambre.”
Esa inconformidad —tan común en genios— lo empujó a abandonar la estabilidad para lanzarse al abismo del emprendimiento. Aunque no tenía inversores. Ni producto. Ni siquiera un nombre.
Pero tenía una convicción: el futuro necesitaba una nueva forma de visualizar datos.
Así comenzaría la historia de Jensen Huang como emprendedor.

El desayuno que lo cambió todo
San José, 1992. En una esquina poco glamorosa de un Denny’s, tres hombres —Jensen Huang, Chris Malachowsky y Curtis Priem— compartían desayunos grasientos y grandes sueños.
Cada mañana, sobre una mesa pegajosa, esquematizaban su plan maestro. Ninguno era experto en negocios. Pero todos sabían de chips, gráficos y rendimiento.
Acordaron poner USD 200 cada uno. Sin contratos. Sin garantías. Solo confianza. Una historia tan improbable que su primer depósito lo hicieron en la ventanilla de un abogado, aún sin saber si alguien los tomaría en serio.
El nombre “Nvidia” surgió casi por accidente. Buscaban algo latino, algo potente. “Invidia” es la palabra para “envidia” en latín. La N quedó como código temporal… y así nació un logo, una marca, una leyenda.
En 1993, con Jensen como CEO a los 30 años, Nvidia vio la luz legal. Lo que no vio fue una avalancha de inversores: nadie entendía bien qué ofrecían. Pero eso no los detuvo.
“Durante años repetíamos: estamos a treinta días de cerrar. Esa presión era constante… y formativa.”
¿La salvación? Llegó de Japón. Sega apostó por sus chips gráficos con una inversión de USD 5 millones. Fue la tabla de salvación antes de su primer gran éxito: la RIVA 128, lanzada en 1997.
Desde ese momento, Nvidia ya no era un capricho geek. Era una amenaza real en el mercado.
La historia de Jensen Huang había pasado de servilletas a siliconas.
De los videojuegos al corazón de la inteligencia artificial
Durante los primeros años, Nvidia fue sinónimo de videojuegos. Sus tarjetas gráficas aceleraban títulos como Quake o Half-Life, y los gamers la adoraban. Pero la historia de Jensen Huang no se limitaba a los píxeles: él veía mucho más allá del entretenimiento.
Sabía que esas mismas tarjetas, diseñadas para renderizar imágenes a velocidades vertiginosas, también podían procesar datos en paralelo. Y eso… era oro puro para científicos, ingenieros y visionarios del dato.
En 2006, Jensen lanzó CUDA (Compute Unified Device Architecture). Un término técnico que, en realidad, escondía una revolución: por primera vez, los programadores podían usar GPUs no solo para gráficos, sino para resolver ecuaciones complejas, modelar proteínas, entrenar redes neuronales y mucho más.
Fue un momento clave en la historia de Jensen Huang y de la computación moderna.
Al principio, pocos entendieron el alcance de esa jugada. Pero Huang apostó fuerte. Invirtió años en investigación y desarrollo, seguro de que el futuro no estaba en las pantallas, sino en los algoritmos.
Y no se equivocó.
Una década más tarde, las GPUs de Nvidia eran el corazón de la inteligencia artificial: desde autos autónomos hasta predicciones climáticas y modelos como ChatGPT. Bajo la visión implacable de su CEO, la empresa pasó de ser un fabricante de tarjetas gráficas a convertirse en la infraestructura invisible de la revolución tecnológica.
En 2025, Nvidia superó los USD 4 billones en capitalización bursátil. Y todo se remontaba a una idea, a una mesa en Denny’s y a la historia de Jensen Huang como el arquitecto silencioso de la IA global.
Un CEO distinto a todos
La historia de Jensen Huang también es una lección de estilo personal y liderazgo radicalmente distinto.
En Silicon Valley, los CEOs suelen esconderse tras oficinas de vidrio, asistentes y capas jerárquicas. Huang no. No tiene oficina fija. Se sienta donde hay una silla libre. Usa la misma chaqueta de cuero negra desde hace años. Y escucha más de lo que habla.
Más de 60 ejecutivos le reportan directamente. No porque quiera controlarlo todo, sino porque insiste en comprenderlo todo: desde los diseños de chips hasta la estrategia geopolítica de exportación de tecnología.
El equipo lo sigue con devoción. Los ingenieros lo respetan profundamente. Y los medios, al ver multitudes buscándolo en eventos como Computex o CES, lo apodaron con humor reverente: Jensanity.
Pero su magnetismo no es impostado. Nace de su compromiso. De su obsesión con el detalle. De su voluntad de responder correos técnicos a las tres de la mañana si es necesario.
“El verdadero liderazgo no se impone, se demuestra. Todos los días.”
Bajo su mando, Nvidia instauró una cultura única: The Nvidia Way, basada en precisión, excelencia y velocidad. Un método exigente, pero efectivo. Y parte indivisible de la historia de Jensen Huang como líder y arquitecto cultural.
Desde sus días como mesero hasta sus decisiones estratégicas que impactan el comercio global, la historia de Jensen Huang no deja dudas: no se trata solo de ser CEO. Se trata de ser indispensable para lo que viene.
Valores y legado
No es común ver a un multimillonario donar millones a un colegio rural donde lo enviaron por error. Pero la historia de Jensen Huang está llena de gestos así. En 2019, donó USD 2 millones al internado Oneida Baptist Institute, donde limpió baños y aprendió inglés. Un gesto que encapsula su filosofía: nunca olvidar de dónde viene uno.
También ha donado a Stanford y Oregon State, invirtiendo en educación como su principal herramienta de cambio social.
Pero su legado más profundo es cultural. En Nvidia, la innovación no es un departamento. Es una actitud. Y Jensen ha hecho del riesgo calculado su religión.
Su obsesión con la excelencia es legendaria. Se rumorea que lee cada anuncio de prensa, revisa personalmente diseños de chips y sugiere cambios en presentaciones. No porque desconfíe. Sino porque le importa. Todo.
“El trabajo más importante de un líder no es inspirar discursos, sino proteger el estándar.”
Hoy, Huang dirige una empresa que es infraestructura crítica para la IA global. Pero más allá del código y los chips, lo que lo distingue es su humanidad: cercana, persistente, imperfecta. Así se cierra la historia de Jensen Huang como visionario y líder con propósito.

Lo que la gente también pregunta – FAQ
¿Cómo fundó Nvidia?
¿Cuál es la historia del CEO de Nvidia?
¿Qué hizo a Nvidia tan exitosa?
¿Qué estilo de liderazgo tiene Jensen Huang?
Lecciones de Éxito de Jensen Huang
Después de repasar la historia de Nvidia y su ascenso meteórico bajo el liderazgo de Jensen Huang, es imposible no extraer una serie de aprendizajes profundos sobre lo que significa construir una empresa, liderar con visión y mantenerse relevante en una industria donde el cambio es la única constante. Aquí comparto algunas de las lecciones más impactantes que se desprenden de su trayectoria, muchas de las cuales son válidas tanto para emprendedores como para líderes de cualquier ámbito.
1. Rodéate de socios que te desafíen, no que te reflejen
Cuando fundó Nvidia, Huang eligió como cofundadores a Chris Malachowsky y Curtis Priem, ingenieros de primer nivel con fortalezas completamente diferentes a las suyas. Malachowsky era experto en hardware de sistema; Priem, un pionero en gráficos. Huang, en cambio, venía con formación en ingeniería eléctrica y una visión estratégica a largo plazo. Esta diversidad de pensamiento fue crucial para abordar el problema desde múltiples ángulos y permitió a Nvidia crecer con una arquitectura flexible.
Aprendizaje clave: Las mejores decisiones nacen del conflicto constructivo. Formar un equipo fundador con gente que piensa diferente es más difícil, pero también más poderoso. Huang no buscó clones; buscó cerebros complementarios.
2. El CEO no debe abdicar de la tecnología, aunque la empresa se globalice
Uno de los grandes diferenciales de Huang como líder es que nunca se ha desconectado del producto. A día de hoy, revisa personalmente lanzamientos clave, participa en decisiones técnicas y tiene reuniones frecuentes con equipos de ingeniería. Este involucramiento técnico no solo garantiza coherencia estratégica, sino que le permite detectar patrones y oportunidades que muchos líderes corporativos pasarían por alto.
Aprendizaje clave: La visión de producto no es una tarea del CTO; es una responsabilidad compartida. Para que una empresa tecnológica sea relevante, su CEO debe hablar el lenguaje de la innovación, no solo el de las finanzas.
3. Si no existe un mercado para tu producto, invéntalo
Cuando Nvidia lanzó CUDA, no existía aún una demanda masiva para computación paralela en GPUs. Muchos inversores y analistas cuestionaron la apuesta. Pero Huang no construyó CUDA porque había demanda, sino porque sabía que la habría. La misma lógica aplicó años después con el desarrollo de chips para IA antes de que el boom del deep learning estallara.
Aprendizaje clave: No hay que competir por un trozo del pastel cuando puedes ser quien hornea el pastel entero. Huang no se unió a tendencias; las creó.
4. Acepta que algunas inversiones no darán fruto por años… y aún así hazlas
Pocos ejecutivos tienen la paciencia de invertir cientos de millones de dólares en tecnologías sin un retorno inmediato. Huang lo hizo con CUDA, con chips de IA, con plataformas para autos autónomos, e incluso con la compra fallida de ARM. Lo que lo diferencia es que su brújula siempre ha sido el futuro y no el siguiente trimestre fiscal.
Aprendizaje clave: No todas las apuestas deben monetizarse rápido. A veces se trata de construir infraestructuras para las próximas décadas. Nvidia se preparó durante años para una ola de IA que solo llegó una década después. Pero cuando llegó, estaba solo en la playa.
5. La incomodidad es un motor, no un obstáculo
En múltiples entrevistas, Huang ha insistido en que sentirse incómodo es esencial para innovar. Cuando todo parece estar funcionando, es cuando empieza a preguntarse: ¿Qué se romperá? ¿Qué podría hacernos irrelevantes? Esa mentalidad de ataque constante ha llevado a Nvidia a explorar campos como la robótica, los gemelos digitales o el diseño de chips para computación cuántica, incluso en momentos de máximo éxito financiero.
Aprendizaje clave: El peor momento para relajarse es cuando todo va bien. Para Huang, el éxito es solo otra fase que hay que reinventar antes de que la competencia lo haga por ti.
Estas lecciones no están escritas en ningún manual de emprendimiento, pero son visibles en cada paso que Jensen Huang ha dado al frente de Nvidia. Su historia no es solo la de un ingeniero brillante o un CEO exitoso. Es la de un constructor de futuro que entiende que la tecnología avanza más rápido que el confort, y que la verdadera innovación nace de atreverse a incomodar al presente para darle forma al mañana.
Conclusión de la historia de Jensen Huang
La historia de Jensen Huang no es solo la de un CEO brillante. Es la de un inmigrante resiliente, un ingeniero obsesivo, un líder silencioso que transformó una idea improbable en una revolución tecnológica.
No tenía apellido. Ni cuna. Ni privilegios. Solo determinación. Y una visión brutalmente clara: el futuro se construye con ideas, pero se sostiene con ejecución impecable.
De lavar baños a crear CUDA. De servir mesas a servir de guía para una industria entera. La historia de Jensen Huang es prueba viva de que la adversidad puede ser la incubadora perfecta del genio.
“Si Jensen lo hizo, con menos, en peores condiciones… ¿por qué tú no?”
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