Comer para calmar el alma: cuando la comida se vuelve refugio emocional

Partagez:

Comer para calmar el alma: cuando la comida se vuelve refugio emocional

Entender por qué comemos cuando duele y cómo empezar a sanar ese vínculo.

Comer para calmar el alma

En nuestro Centro de Bienestar Emocional ESENCIA hemos encontrado que comer no siempre responde a una necesidad fisiológica. A veces, la comida se convierte en consuelo, distracción o anestesia emocional.

Este fenómeno, conocido como hambre emocional, describe el uso de la comida para manejar emociones como tristeza, ansiedad, soledad o frustración. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2024), más del 40 % de los adultos reportan haber comido por razones emocionales al menos una vez por semana, especialmente tras periodos de estrés o duelo.

Empieza hoy tu viaje de bienestar

Accede a una amplia red de psicólogos calificados. Empatía y experiencia a tu servicio.

Conoce a nuestros profesionales

“El hambre emocional no busca nutrir el cuerpo, sino llenar un vacío interno que no siempre reconocemos”, explica la nutricionista clínica y psicóloga Dra. Verónica Espinoza (Instituto Nacional de Salud del Perú, 2024). Esta relación entre emociones y alimentación puede volverse disfuncional, generando un ciclo de culpa, restricción y sobreingesta que deteriora la autoestima y la salud física.

Del consuelo al descontrol: los trastornos alimentarios

Nuestras psicólogas psicoterapeutas nos manifiestan que el vínculo entre emociones y comida se vuelve más grave cuando aparece un patrón persistente de control o pérdida de control sobre la alimentación. Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como la bulimia nerviosa, la anorexia o el trastorno por atracón implican una profunda alteración de la percepción corporal y la relación con la comida.

Según la American Psychiatric Association (APA, 2023), cerca del 9 % de la población mundial presenta algún tipo de TCA a lo largo de su vida, siendo el trastorno por atracón el más frecuente. Estos cuadros suelen coexistir con depresión, ansiedad o traumas previos. Investigaciones recientes en Frontiers in Psychology (Santos et al., 2024) muestran que el cerebro de las personas con atracones presenta una hiperactivación del sistema dopaminérgico es el circuito del placer, lo que explica la sensación de alivio inmediato seguida por culpa o vergüenza.

“Los TCA no son un problema de voluntad ni de dieta; son expresiones emocionales en un cuerpo que busca control frente a lo que no puede manejar”, sostiene la psicoterapeuta Dra. Mónica Rivas, especialista en conducta alimentaria (Centro de Salud Mental Miraflores, 2024).

Imagen corporal y presión social

Nuestros años de experiencia nos han demostrado que vivimos en una cultura donde la apariencia se asocia con valor personal. Las redes sociales, la publicidad y los estándares de belleza inalcanzables amplifican la insatisfacción corporal, sobre todo en adolescentes y mujeres jóvenes.

Un estudio del National Institute of Mental Health (2023) advierte que el uso intensivo de redes sociales está directamente relacionado con mayor riesgo de dismorfia corporal y restricción alimentaria.

En el Perú, el Ministerio de Salud (2024) ha registrado un aumento del 22 % en consultas por TCA entre adolescentes, impulsado por el impacto emocional de la pandemia y la presión estética digital.

Estrategias para sanar la relación con la comida

Una de las herramientas más utilizadas es la alimentación consciente (mindful eating). Su propósito es reconectar con las señales del propio cuerpo, favoreciendo la autorregulación y reduciendo el comer impulsivo. En la práctica, implica acciones como comer sin pantallas, masticar despacio y prestar atención a las sensaciones físicas que aparecen durante la ingesta.

La terapia cognitivo-conductual (TCC) se centra en identificar las emociones y pensamientos que están detrás del acto de comer. Este enfoque ayuda a disminuir los atracones y la culpa asociada a la alimentación, por ejemplo, aprendiendo a reconocer ideas automáticas como “no valgo si como esto”.

Otra estrategia clave es la psicoeducación nutricional, cuyo objetivo es reeducar las creencias sobre la comida. Este proceso reduce la restricción y los ciclos de exceso al comprender que no existen “alimentos buenos o malos”, sino contextos distintos en los que se come.

La terapia de aceptación y compromiso (ACT) busca desarrollar la autocompasión y mejorar la regulación emocional. Gracias a ello, fortalece la aceptación corporal, promoviendo prácticas como las autoafirmaciones que no se centran en el peso.

Por último, los grupos de apoyo permiten compartir experiencias y normalizar el proceso. Estos espacios rompen el aislamiento y fomentan la resiliencia, ya sea mediante la participación en grupos terapéuticos o en comunidades vinculadas a los trastornos de la conducta alimentaria.

Conclusiones

Comer por emociones es humano, pero cuando la comida se convierte en la única forma de gestionar lo que sentimos, se transforma en una trampa silenciosa. Los trastornos alimentarios y la insatisfacción corporal son síntomas de un sufrimiento emocional profundo que requiere comprensión, no juicio.

Sanar la relación con la comida implica reconectar con el cuerpo desde la compasión, reconocer el valor más allá del peso y entender que nutrirse también es un acto de cuidado emocional. La recuperación no se logra solo con dietas o fuerza de voluntad, sino con acompañamiento psicológico, nutricional y afectivo.

Comer para calmar el alma no debería doler: debería sanar. Somos 10 psicologos y psicologas que formamos parte del Centro de Bienestar Emocional ESENCIA y estamos dispuestos a apoyarte en tu caso

(Visited 1 times, 1 visits today)
Partagez:

Articles Simulaires

Partager
Partager